Las distintas teorías acerca de cómo llegamos a ser lo que somos, las teorías en torno al origen mismo de la vida, y específicamente de la humanidad, van desde las más disparatadas a las más elaboradas, y en todas encontraremos un común denominador: la ausencia de un creador.

Ruidos, explosiones, azar, adaptación, evolución, pero nada que remita a un creador que gesta, que da origen, y que explica el sentido de nuestra existencia.

¿Y cuál es el objetivo del enemigo en todo esto?
Es velar el descubrimiento de nuestro Creador, quien nos ha hecho a imagen y semejanza de Él mismo

Cuando un hijo mira a su padre, ve su origen, ve cuánto se parece aquel que lo precede. Se siente una continuidad de su padre. Muchas veces he escuchado esta necesidad en jóvenes que ansiaban encontrarse con sus raíces, fuese porque habían sido dados en adopción, o se habían desconectado de su padre natural; existía en ellos una demanda de verlos y de alguna manera encontrarse también ellos.

La falta de un modelo verdadero para identificarnos, para imitar, hace que vivamos en verdades relativas, con una falta de principios estables de vida, que llevan al desorden y a la desorientación. Las personas pueden vivir un tiempo de esta manera pero progresivamente comienzan a tener problemas emocionales, tales como caer en adicciones, no conocen su propósito, no tienen un sentido de por qué viven, no tienen identidad.

Este sistema de orfandad, de no tener a quién invocar, de no tener alguien con quien identificarnos y a quien remitirnos, nos deja desprovistos e indefensos, y esto borra nuestra identidad. Teorías como el Big Bang, o el Evolucionismo de Darwin van en esa dirección. Una de ellas intentando procurar el origen de la vida desde una explosión, que, contraria a la Teoría del Caos, pretende explicar que desde ella puede aparecer un orden y una perfección absoluta como lo es la creación completa. Y la otra la selección bien arbitraria y más que confusa sucesión de evoluciones desde el mono hasta nosotros. Una y otra apuntan a lo mismo: no hay un padre. 

Conversen en familia sobre estas teorías, ¿qué escucharon los niños en la escuela?, y de ¿cómo deben pararse como familia frente a tanta confusión?

Es dentro de la paternidad de Dios que encontramos un refugio para nuestra propia vida. Porque cuando tenemos un Padre en nuestro origen, tenemos un Padre que establece para nosotros una herencia y un destino de Gloria.